¿Saben tus compañeros a que te dedicas en el trabajo?

El 60% de los jefes fueron incapaces de recordar el 60% de las tareas que realizaban sus empleados directos

Estudio realizado por Fortune 500

Todos los que hemos visto la fantástica serie Cómo conocía a vuestra madre nos hemos preguntado en algún momento a que se dedica Barney Stinson. Pero no es algo descabellado producto de la industria televisiva el que muchos no sepamos a qué se dedican nuestros amigos o familiares. Pavell Ramírez de Cartagena, Periodista, responsable digital en APD, LinkedIn Top Voices escribe este interesante artículo sobre el Síndrome de Barney Stinson o lo que es lo mismo: ¿qué pasa cuando ni tus compañeros saben a qué dedicas tu tiempo en el trabajo?

Es imposible no sentir cierta fascinación por Barney Stinson. Más allá de su incapacidad para establecer conexiones emocionales profundas o de su obsesión por los trajes y las fiestas sin final, el genial personaje de ‘Cómo conocí a vuestra madre’ presenta una de las psicologías más complejas en un entorno laboral que han aparecido jamás en la pequeña o gran pantalla. Y, quizás, lo que más impacta sea su súbita transformación de ‘hippie’ pacifista en ejecutivo agresivo, capaz de perder el tiempo en su inmensa oficina sin que absolutamente nadie le diga nada… porque nadie sabe a qué se dedica. 

De acuerdo, puede que se trate de una ficción… pero la mayoría de nosotros hemos visto alguna vez a un Barney Stinson en nuestro trabajo; alguien del que pensamos, no sin cierta malicia: ¿qué hace esta persona en la empresa? Y nuestra naturaleza cotilla hace el resto: le miras de reojo, escrutas sus movimientos y te imaginas que cada click de su ratón es una celda revelada del Buscaminas… Pero, ¿alguna vez te has preguntado si alguien te ve a ti exactamente así? ¿Qué pasa cuando nadie en el trabajo sabe qué diablos haces en la oficina? ¿Qué ocurre cuando ni siquiera tus compañeros saben muy bien a qué dedicas tu jornada laboral? 

Antes de responder ambas preguntas, debemos aceptar una premisa preexistente: que hay al menos un Barney Stinson en cada oficina; un tipo que realiza tareas que la gran mayoría (o todos) sus compañeros (e incluso sus superiores) desconocen. Una persona capaz de pasar desapercibida en el engranaje de la organización porque no participa de las grandes decisiones ni, aparentemente, realiza un trabajo insustituible. Pero, ¡ojo!, esto no significa que ese empleado no cumpla sus funciones, que se dedique al ocio y el asueto en su puesto de trabajo o que directamente no realice ninguna tarea en absoluto. 

Al contrario, la gran paradoja de ser el Barney Stinson de la oficina es que puede que no descanses durante ocho horas diarias (o puede que no), pero este punto es completamente irrelevante… lo importante es que los demás no tienen ni idea de lo que realmente haces. Y ante esta falta de información empiezan los problemas: los demás comienzan a conjeturar, a sustituir ese espacio vacío en su mente con todo tipo de ideas: «seguro que no da palo al agua», «madre mía, sí que tiene que estar liado… no le veo levantarse de la silla en todo el día», «¿por qué dirá que está tan estresado si yo no le veo trabajar tanto?». 

Lo más curioso de la mente humana es que tiende a rellenar los huecos que provoca la desinformación con la información más primitiva y menos cabal de que dispone. ¿Que alguien nos cae bien en el lugar de trabajo? Probablemente sea un gran profesional. ¿Que no tenemos apenas trato con esa persona? Probablemente no trabaje lo suficiente. En este punto, cabe recordar que son fake news tanto los prejuicios raciales o sexuales como la impresión causada por un físico o una oratoria privilegiados. Es tan falso decir que un andaluz es un vago como asegurar que una persona atractiva es más competente. Y, sin embargo, ambas frases se escuchan demasiado a menudo en entornos laborales. 

¿Por qué te conviertes en el Barney Stinson de la oficina? 

Hace unos meses se publicó un estudio llevado a cabo por Fortune 500, en el que el 60% de los jefes fueron incapaces de recordar el 60% de las tareas que realizaban sus empleados directos. Es decir, concluye el estudio, que tienen claros sus objetivos –que suelen ser marcados por el propio jefe-, pero no conocen los procesos que hay detrás. E incluso puede que el resto de compañeros, superiores o subordinados tengan aún menos idea de sus tareas diarias. ¿Por qué? 

En mi experiencia, hay tres motivos principales. Primero, precisamente porque el jefe no tenga interés en tu trabajo diario o, directamente, ni siquiera sepa realizar las tareas concretas que te pide. Esto implica que desconoce los procesos, la metodología y los tiempos que te llevan de un punto A (ponerte a realizar una tarea) a un punto B (completarla). Si para un jefe tu trabajo se puede hacer en dos horas en vez de en cinco, no habrá manera humana ni divina de hacerle cambiar de opinión. Y también sucede al contrario: hay personas que, por motivos completamente desconocidos, son la repanocha para el jefe… a pesar de que en realidad sean incompetentes. 

La segunda posibilidad es que sea el propio trabajador el que no sepa venderse. Para ser el Barney Stinson de la oficina, a veces da exactamente igual que seas un gran profesional o un pésimo empleado; lo importante es saber cómo vender tu trabajo: no basta con hacer un informe de 100 páginas en tiempo récord, sino que es igualmente crítico que ese informe le llegue a toda la organización, aunque a la mayoría no le interese lo que cuenta tu documento… o le importe un pimiento tu trabajo. Y, efectivamente, una sonrisa ayuda tanto en la hostelería como en una oficina.

Pero no todos los empleados tratan de hacer méritos para hacerse valer de cara al exterior. El tercer perfil del Barney Stinson de la oficina suele ser precisamente el de la persona introvertida, la que se centra en su trabajo y casi nunca proclama a los cuatro vientos sus hazañas o logros. Existe una máxima no escrita entre los jefes de nuestro país: cuando alguien no se queja de su carga trabajo, dale más; cuando llega a un grado de especialización tal que prácticamente es autosuficiente, empieza a sospechar… Y el empleado que simplemente agacha la cabeza y produce a destajo tiene todas las papeletas para entrar en la rueda de los sospechosos habituales.  

¿A qué dedica su tiempo? ¿Qué diablos hará? ¿Por qué se lleva el tupper a su mesa y no come con los demás el menú del día del restaurante de al lado? ¿Acaso no quiere relacionarse con los demás para que nadie sepa que es un vago? Todas estas preguntas obedecen a esa manía de nuestro cerebro de autocompletar los vacíos con ideas primitivas. Sin embargo, también evidencian otro problema: a veces, el Barney Stinson de la oficina es simplemente alguien con dificultades para socializar… Pero a ojos de los demás es un simple vago.

También existe un cuarto perfil, aunque quizás sea una mezcla de todos los anteriores: el del trabajador que aporta más intangibles que producción; esa persona que quizás no cierre una venta ni hable jamás con un cliente, pero que es capaz de propiciarla sin que nadie se dé cuenta ni quede registro alguno; o el que sugiere una idea en una reunión que termina adoptando la empresa porque otro se la atribuyó y la vendió como propia… y que jamás entra a discutir la autoría de esa idea.

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